A Felipe Ortega
Tú me abriste las puertas de tus ojos de gato,
Y después desplegaste con cuidado mi espíritu
sobre un manto de orquídeas que tú mismo plantaste,
con papel, pluma y tinta.
Me regalaste un velo que acaricia y protege
y un dragón irisado cuyo fuego no mata,
sino que aprende, y vuela, y crece.
Tú me abriste la puerta.
Yo tiré mis zapatos.
qué bonito es; todo un dragón, regalado.
ResponderEliminarqué bonito lo del fuego que no mata.
qué fortuna la mía!! No cualquiera acepta a un dragón como regalo. sólo los fuertes de espíritu, como tú querido Rubén; que estás preparado para todo lo bueno.
ResponderEliminarMagnífico final.
ResponderEliminartotalmente de acuerdo con Beatriz, qué final!! Ñam!
ResponderEliminarMe alegra mucho que os guste. Conocer a Felipe y escucharle y aprender... me siento muuy bien acompañado. Abrazos!
ResponderEliminarTe leo con el corazón lleno de aplausos, Ruben.
ResponderEliminarY me llenas el corazón a mi. Abrazos Tania.
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