Ardieron anoche las palabras que he custodiado tanto tiempo.
El fuego las arrasaba con su pequeña ola de tsunami,
y desplegaban sus alas de humo
revoloteando por todo el panteón.
Pasaban huyendo delante de mis ojos
veinticuatro veces por segundo
como viejos fotogramas rayados,
y sólo al final,
cuando se diluyó la bandada de letras y sílabas y palabras
y verdades caducas,
sólo entonces apareció el FIN,
un gran FIN blanco sobre fondo negro.
Allá donde brilló un palacio,
ahora sólo yace un panteón.
FIN.
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