jueves, 6 de octubre de 2011
EL FRUTO
No huyo de mi dolor
ni tampoco me enfrento.
Solo miro sus ojos
extrañamente parecidos a los míos
y veo a un niño pequeño al que hay que escuchar pero no consentir.
Y entonces el niño te cuenta un secreto porque se siente útil,
y es como un fruto
que cae de una rama
en mis manos,
y he de quitar la cáscara de espinas con cuidado
y masticar como hacemos con las palabras,
y sentir su sabor ligeramente amargo llenarme por dentro,
y solo entonces,
en ese preciso instante en que lo amargo se torna dulce,
solo entonces desaparece todo:
El fruto.
El niño.
El dolor.
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al comprender todo desaparece.
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